domingo, 23 de febrero de 2014

"DESPUÉS DE UNA HUELGA", DE JOSÉ URÍA


Después de una huelga
José Uría y Uría
1895
Oleo sobre lienzo
250 X 380 cm
Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo)

La Historia ha servido en multitud de ocasiones de inspiración al arte, como en esta obra de José Uría y Uría, expuesta en el Museo de Bellas Artes de Asturias (Oviedo). Presentada para la Exposición nacional de Bellas Artes del año 1895, donde obtuvo una medalla de segunda clase, representa una huelga real acontecida tres años antes, en 1892, en los talleres de la Compañía Ferroviaria del norte, de Valladolid. Uría, que comenzó a residir en esta ciudad en enero de 1893, no fue testigo de los hechos, siendo probable que le informaran personas de su círculo, como ángel Díaz, condiscípulo y compañero a partir de ese año en la Escuela de Bellas Artes de Valladolid.

Con Después de una huelga se inicia un periodo en el que el artista asturiano utilizará la temática industrial en su obra. La escena se desarrolla dentro de una fábrica, destacando el trabajo preciosista en la representación de la maquinaria industrial y del contexto que acoge a los personajes. Lo industrial se introduce en la representación, la luz filtra creando una escena cálida como una catedral creando un espacio de gran solemnidad, de silencio, de plegarias.

La tensión de la obra se sustenta principalmente en el grupo protagonista de la imagen, formado por un hombre, una mujer y una niña, los tres rodeados de un gran vacío como manera de acentuar el dramatismo que embarga la escena. El hombre yace en el suelo marcando una diagonal en primer plano, su cuerpo inerte mantiene aún una pierna flexionada como si acabase de caer, pero el tono cerúleo de la piel elimina cualquier duda, está muerto. La postura de la mujer y la niña lo atestiguan: el cuerpo de la madre cae hacia delante, pesado, casi le falta el aire, ya sin fuerzas para seguir llorando. La pequeña de trenzas eleva uno de sus brazos arropando a su madre mientras el otro lo posa delicadamente en el pelo, intentando reconfortarla.

Esta niña de pocos años es la que, con su inocente mirada, nos conecta con otro de los lugares de interés de la obra: a la izquierda de la pintura, en el fondo casi entre las sombras, se encuentran dos personajes tocados con gorra y uniformados, que pudieran tratarse probablemente de las figuras de unos conductores ferroviarios que, como comentaremos más adelante, no apoyaron la huelga de los talleres y son testigos silenciosos de lo ocurrido.

En la diagonal opuesta, a través de la puerta e iluminados por el sol, vemos un contingente a caballo de la Guardia Civil que vigila los alrededores después de los disturbios, sugiriendo lo que en 1899 Ramón Casas plasmará en el primer plano de su cuadro La Carga. Esta obra de José Uría y Uría también se puede relacionar con el pintor madrileño Vicente Cutanda, cuya obra más importante se considera La huelga de los obreros de Vizcaya.

La escena recogida en este cuadro no representa un hecho aislado: A partir de 1859 se producen huelgas motivadas, entre otras cosas, por despidos de trabajadores o empeoramiento de las condiciones laborales. En el caso de la huelga que inspira este cuadro, los obreros del taller de ajuste y montaje de los talleres principales iniciaron el paro el 27 de mayo de 1892 debido a una reducción de salario y jornada. La huelga no fue seguida por el personal de conducción, y la dirección no accedió a las pretensiones de los obreros, terminando la huelga el 8 de junio.

Uría nos traslada lo que sucede Después de una huelga de trece días: de la reyerta anterior en la sombría fábrica solamente quedan leves señales que rodean al obrero fallecido y a su familia: una maza a su lado, con la que puede que el hombre tratase de defenderse, y detrás algunos elementos de maquinaria caídos, destrozos colaterales de la pelea en el entorno industrial, tétrico y desolado.

Fuente: Mireia Morán. Revista Estudios y Cultura, nº 58 de Febrero de 2014

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