martes, 30 de junio de 2015

LA OVEJA ROJA PUBLICA "INSURGENCIAS INVISIBLES. RESISTENCIAS Y MILITANCIAS EN ESTADOS UNIDOS", DE LUIS MARTÍN-CABRERA

Insurgencias invisibles. Resistencias y militancias en Estados Unidos
Luis Martín Cabrera
La Oveja Roja
2015

“Estamos ustedes” o las luchas de resistencia en Estados Unidos


Un joven profesor español, que llegó a Atlanta a mediados de los años noventa, entra en el aula, seguramente algo nervioso. Es su primer día de clase. Quizá tenía previsto un discurso o unas palabras breves con las que inaugurar el curso, su estreno como docente. Pero al cruzar el umbral de la puerta, descubre una situación que no había podido imaginar: todos los estudiantes afroamericanos se encuentran sentados en una esquina del aula y todos los blancos en la otra. Una simbólica «línea de color» segrega a los estudiantes universitarios. Acaso con la soberbia del ignorante, tal vez por sentirse moralmente superior a ellos, este inexperto y joven profesor les dice a sus estudiantes: “Ahora mismo se acaba esta situación, se tienen que mezclar entre ustedes porque yo no pienso tolerar una situación de apartheid en mi clase, porque esto no es Sudáfrica y Mandela hace tiempo que salió de la cárcel”.

Este joven profesor –hoy un reputado hispanista en Estados Unidos– es Luis Martín-Cabrera, profesor de la Universidad de California-San Diego, colaborador de rebelion.org, y autor de Insurgencias invisibles. Resistencias y militancias en Estados Unidos (La Oveja Roja, 2015), un ensayo que permite interpretar esa situación que el joven profesor encuentra en el aula, explicar los motivos por los cuales nadie estaba dispuesto a cruzar la simbólica línea, ni los blancos ni los negros; un ensayo que buscar responder por qué, cuando el profesor pronunció aquella frase, un estudiante afroamericano se levantó de su silla, miró mal encarado al profesor, salió del aula y nunca más regresó.

La experiencia y el tiempo, y su militancia en los movimientos afroamericanos y chicanos, le permiten a Martín-Cabrera entender qué sucedió aquel día. No es que solamente los blancos quieran distanciarse de los negros –que evidentemente ocurre–, también los negros rechazan mezclarse con ellos. Ven al blanco como una amenaza por la violencia simbólica que ejerce y ejecuta cada día sobre la población de color. Estar al lado de un blanco implica poder ser denunciado –sin una base sólida– en cualquier momento (y la ley siempre niega el principio de presunción de inocencia cuando se trata de un negro). El blanco observa al negro como un intruso en lo que considera sus lugares de privilegio y poder, como puede ser la universidad o, más ampliamente, un barrio o una ciudad; y usa su poder para desplazarlo de lo que considera su territorio. La presencia del negro amenaza su status y, para protegerlo, modifica la violencia física de antaño por una nueva violencia, acaso simbólica, pero no por ello menos real. Los negros, para no sufrir el desprecio blanco, su violencia racista, no tienen más remedio que construir sus propios espacios, sea la ciudad, sea en un aula.

Aunque desde el año 2009, cuando Barack Obama fue investido presidente, viene hablándose en Estados Unidos de la entrada en una etapa histórica post-racial (que un negro se proclame presidente significa que el racismo ya forma parte del pasado, argumentan), lo cierto es que desde la llegada a la Casa Blanca del presidente Obama la población afroamericana no ha conocido mejor suerte. Más bien todo lo contrario. No solo se ha incrementado la violencia contra las minorías de color en Estados Unidos sino que además han aumentado la pobreza, el desempleo, la malnutrición o la falta de acceso a la educación, o a servicios médicos adecuados en los barrios de color segregados de las grandes ciudades estadounidenses; así como también se ha registrado un crecimiento desproporcionado de encarcelamientos de personas de color y de asesinatos de personas afroamericanas. La violencia racista está a la orden del día.

Insurgencias invisibles, sin embargo, no ofrece simplemente una descripción de lo inadecuado del sintagma “sociedad post-racial” para explicar la actualidad política y social de los Estados Unidos. Martín-Cabrera no se conforma con el análisis; se introduce en las organizaciones políticas de resistencia y liberación afroamericanas para, desde su interior, siendo uno de ellos, no solo ofrecer una explicación al lector, sino también participar activamente como militante en sus organizaciones para, junto a ellos, luchar por su emancipación. Como buen lector de la famosa tesis 11 de Karl Marx, Martín-Cabrera no pretende únicamente explicar la realidad sino también transformarla.

Debido a que su trabajo y su vida se desarrollan en San Diego, California, Luis Martín-Cabrera conoce asimismo de cerca los movimientos chicanos en la frontera entre San Diego y Tijuana. Una frontera que es, como dice la escritora chicana Gloria Anzaldúa, una “herida abierta donde el tercer mundo se roza con el primero y sangra”. Una herida que no cicatriza por las asimetrías de poder entre Norte y Sur, donde con solo recorrer unos pocos metros, señala Martín-Cabrera, “se pasa de la opulencia del primer mundo a la miseria del tercero”. Una frontera que constituye una “estructura neocolonial de dominación que permite a Estados Unidos seguir canibalizando los recursos y la fuerza de trabajo de México”. Pero la frontera no es solo ese lugar físico, esa línea trazada entre San Diego y Tijuana; la frontera está en todas partes y en cada uno de los inmigrantes que viven sin documentación en Estados Unidos: la frontera es el miedo a ser deportado, la frontera es la pérdida de la identidad –un idioma y una cultura propia– para ser asimilado por la estructura de dominación, también simbólica, imperialista.

Insurgencias invisibles persigue, además, un propósito todavía más interesante, si cabe. El libro es también una reflexión sobre la escritura revolucionaria. Luis Martín-Cabrera no quiere reproducir ese tipo de escritura académica que cree que por hablar de la pobreza se resuelven los problemas asociados a la pobreza, ese discurso teórico donde las palabras suplantan a las cosas; Martín-Cabrera tampoco quiere que su escritura sea una forma de dar voz a los sin voz, como si asumiera un gesto paternalista. Martín-Cabrera quiere ser parte de esa inteligencia revolucionaria, no hablar sobre las insurgencias, sino formar parte los movimientos insurgentes: “no busco acompañar ni hablar por quienes luchan a pie de calle, aspiro a escribir desde dentro, desde el interior mismo de las luchas, codo a codo, como un participante más, sin borrar mis privilegios letrados, pero sin ceder a las tentaciones antropológicas de quienes pretender saber más que los propios oprimidos”. El autor busca diluirse en lo colectivo, borrarse, desaparecer; porque, según apunta, “la verdadera escritura revolucionaria debería abolir la firma y el nombre, y los libros deberían ser como las grandes alamedas de Allende y dar paso a un sujeto colectivo y liberado también en la escritura”. Este es uno de los grandes objetivos que persigue Insurgencias invisibles, y lo logra a través de una escritura heterogénea donde ensayo, crónica y entrevistas se entremezclan para que el autor, dando un paso atrás, deje emerger las voces de los que luchan y lucharon.

El libro de Luis Martín-Cabrera ofrece, además, una nueva visión de Estados Unidos; una visión no estática ni detenida, sino de plena ebullición de luchas políticas de resistencia y emancipación. Frente a la ideas preconcebidas sobre Estados Unidos como “un siniestro basurero capitalista poblado de obesos blancos e ignorantes que desconocen las nociones más básicas de geografía, política o cultura general”, ideas incluso alimentadas por autores como Vicente Verdú en El planeta americano (1997) o Jean Baudrillard en América de (1986), Insurgencias invisibles –sin negar que lo anterior contenga una parte de verdad– ofrece un retrato de Estados Unidos en el que todavía queda espacio para la lucha, en el que todavía las organizaciones sociales y políticas se movilizan para transformar su realidad, para enfrentarse al capitalismo y al imperialismo (exterior, pero también interior). Martín-Cabrera se pregunta, junto con los movimientos insurgentes, si en Europa “¿sabrán que estamos aquí? ¿Se podrán imaginar fuera de Estados Unidos que haya gente aquí que resista y luche?”. Contra el tópico de una sociedad pasiva y detenida, de una sociedad estática donde ya no es posible la lucha por la emancipación, Luis Martín-Cabrera nos trae estas Insurgencias invisibles para que, desde la distancia oceánica que nos separa, podamos conocer los movimientos políticos y sociales que en Estados Unidos luchan por su liberación. Insurgencias invisibles es una forma de gritar “¡estamos aquí!”, o como dirían los zapatistas: “estamos ustedes”. Si llegamos a oírlos, tal vez entenderemos que su lucha también es nuestra lucha.

David Becerra Mayor
Doctor en Literatura Española. Director de Estética y Literatura de la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM)

Fuente: Crónica Popular

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