jueves, 26 de noviembre de 2015

"B (LA PELÍCULA DE BÁRCENAS)", DE DAVID ILUNDAIN

Título: B (la película de Bárcenas).
Dirección: David Ilundain.
País: España. Año: 2015.
Duración: 78 min.
Género: Drama.
Intérpretes: Pedro Casablanc, Manolo Solo.
Guion: David Ilundain; adaptación de la obra “Ruz Bárcenas” de Jordi Casanovas.
Distribuidora: Avalon.
Estreno en España: 18 Septiembre 2015.

Luz y taquígrafos sobre la indecencia


597 “mecenas”, cuyos nombres figuran en los créditos finales, ayudaron a que una pequeña obra montada y dirigida por Alberto San Juan en el Teatro del Barrio de Madrid se convirtiera en una pequeña gran película, de las que consiguen abrirse paso en la jungla de las salas con un puñado de copias y sobreviven algún tiempo a los embates de un cine adocenado en poderosa competencia. El dramaturgo Jordi Casanovas había renunciado a cualquier aparato escenográfico y situó a sus dos actores, gigantes en un espacio virtualmente vacío, cara a cara con una transcripción sumarial por único libreto y herramienta dramática. Manolo Solo, como el juez Ruz y Pedro Casablanc personificando al encausado Bárcenas, el extesorero de un partido corrompido hasta la médula, se enfrentaban en un diálogo en el que el lenguaje burocrático y técnico perdía sus contornos oscuros y se tornaba milagrosamente en alegoría de la podredumbre, en reconocimiento límpido de la depravación, en confesión a las claras del envilecimiento político no castigado ni por las urnas ni por el sistema judicial.

Gracias a aquella campaña de micromecenazgo David Ilundain ha trasladado a la pantalla la palabra y el gesto de los actores principales y les ha arropado con algunos otros que estaban ausentes sobre las tablas. Fiscal del Estado, abogados defensores y de la acusación, secretaria, técnico de la grabación… en síntesis aportan sólo –en apariencia- algunas pinceladas con las que decorar una sala reducida a la máxima abstracción en la pieza teatral y algunas líneas de diálogo añadidas que enriquecen la dialéctica de la sociedad contra el acusado, pero sobre todo empañan y atenúan el carácter mítico del enfrentamiento entre el bien y el mal encarnados en el juez y el reo que adquiría la obra teatral.

Con estas mínimas diferencias visuales y argumentales el personaje de Bárcenas agranda sus dimensiones y el ímprobo trabajo de Pedro Casablanc brilla aún con más fuerza. Bárcenas es un villano arrogante que adoptando la pose de quien hasta hace nada era poderoso y se sentía intocable admite con descaro haber mentido en su primera declaración (estamos en julio de 2013 y su salida del juzgado le devuelve a la prisión de donde ha llegado) y se desdice sin ningún pudor de afirmaciones que ahora reconoce como falsas; es el hombre frío de memoria paquidérmica que va desgranando desmanes y tropelías cometidas por las máximas autoridades de su partido y de la nación, se siente herido por las amenazas sutilmente mafiosas proferidas por los abogados del PP, mensajeros de su camada política, y se muestra colérico al evocar el trato recibido de María Dolores Cospedal. Casablanc convierte a Bárcenas en un ángel del mal caído en desgracia y abandonado por su pérfido dios, una figura fascinante y odiosa, un lujo de personaje. Un lujo de interpretación. ¿Lo recordarán los académicos el próximo mes de febrero en la gala de los Goya?

Y David Ilundain proporciona al cine español algo de lo que anda tan escaso, un género tan infértil como imprescindible para la salud de una sociedad controlada y manipulada, el cine político. Un cine que no sólo habla de cuestiones de la máxima gravedad sino que se atreve a ponerle nombre y apellidos, arrebatando la máscara de la impostura a una clase política gobernante agazapada tras el control de los medios de comunicación públicos y el control de los mecanismos judiciales.

David Rivas Fraile

Fuente: Mundo Obrero


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